A medida que mis hijos crecen, la noche de juegos en familia también ha tenido que madurar un poco. (Claro, de vez en cuando todavía podemos jugar Candy Land, pero ya no es el favorito de antes). Uno de nuestros nuevos juegos favoritos es uno digital e interactivo. El juego nos presenta escenarios aleatorios con algún tipo de reto… pero el reto está incompleto. Cada jugador debe llenar el espacio en blanco con algo que haga que la situación solo sea atractiva para ALGUNAS personas.
Por ejemplo, puede preguntar: “Te ofrecen la casa de tus sueños gratis, pero viene con ___________________. ¿La aceptas?”
Uno de mis hijos completó con: “una plaga de cucarachas y arañas en el sótano”.
Entonces, cada jugador tiene que votar sí o no en ese escenario. La meta del juego es presentar una situación tan complicada que divida al grupo exactamente a la mitad: 50% sí y 50% no.
El juego en sí es muy entretenido. Pero lo que más me ha intrigado no es tanto el juego, sino cómo algo diseñado para dividirnos en realidad nos une. ¡Nos reímos muchísimo con las razones detrás de cada voto! Y además nos ha hecho prestar mucha más atención a los gustos y disgustos de nuestra familia.
Alguien sabe que el hermano A casi siempre dirá que sí si la situación incluye ruidos corporales.
Otro sabe que el hermano B no tiene ningún miedo a los insectos.
Y todos saben que papá dejará casi cualquier cosa si hay una oportunidad de tocar música.
(¡Seguro que ya te estás preguntando qué tiene que ver todo esto con Dios, ¿verdad?!)
Me di cuenta de que la clave del juego no es criticar, sino ser curioso. Entender las preferencias, miedos y pasiones de cada persona es lo que te da la victoria. Te da una idea de dónde trazan la línea entre lo que sí aceptarían y lo que no. Te ayuda a relacionarte con otros y a apreciarlos. Donde la crítica trae frustración y división, la curiosidad trae diversidad y conversación.
¿Qué pasaría si intentamos ser curiosos en lugar de críticos la primera vez que le preguntamos a alguien sobre sus creencias? ¿Y si la curiosidad auténtica sobre la fe de otra persona abre la puerta a una conversación sincera y vulnerable sobre la vida y la muerte? ¿Y si esa curiosidad hace que alguien se sienta genuinamente amado? ¿Y si eso lo lleva a preguntarse cuáles son tus creencias? ¿Y si te da la oportunidad de presentar este escenario?: “Se te ofrece la eternidad de tus sueños gratis, pero viene con Jesús. ¿Quieres saber más?”
De hecho, Pablo lo dijo de una forma muy parecida en la Biblia (y mucho mejor que yo):
A pesar de que soy libre respecto a todos, de todos me he hecho siervo para ganar a tantos como sea posible. Entre los judíos me volví judío, para ganar a los judíos. Entre los que están bajo la ley me volví como los que están bajo la ley (aunque yo mismo no estoy bajo la ley), para ganar a los que están bajo la ley. Entre los que no tienen la ley me volví como los que no tienen la ley (aunque no estoy libre de la ley de Dios, sino comprometido con la ley de Cristo), para ganar a los que no tienen la ley. Entre los débiles me volví débil, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles. (1 Corintios 9:19-23 NVI)
Así que aquí está la pregunta: Se te ofrece la oportunidad de ser parte de la misión de Dios para llenar el cielo, pero viene con una actitud de genuina curiosidad hacia personas muy diferentes a ti. ¿La aceptas?