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¿Qué llena tu corazón?

Escrito por Pastor Aaron Schultz | Mar 5, 2025 8:58:24 PM

Parte de mi rutina nocturna incluye escribir en mi “Diario de Gratitud,” en el que reflexiono y alabo a Dios por todas las bendiciones que me ha dado en las últimas 24 horas. Algunas de mis oraciones de agradecimiento incluyen bendiciones tangibles como mi esposa, nuestro hogar, nuestra familia y amigos. Otras oraciones incluyen bendiciones intangibles, como el ánimo recibido de los demás, la salud mental y la capacidad de rodearnos de otros creyentes. Este diario me ayuda a tomar los tesoros que he recibido y guardarlos correctamente en mi corazón.

Por eso, cuando Jesús dice: “No acumulen para sí tesoros en la tierra” (Mateo 6:19), me sorprende un poco. ¿Está Jesús diciéndome a mí y a ti que no prestemos atención a lo que hemos recibido mientras estamos en la tierra? ¿Debemos ignorar nuestras bendiciones más valiosas y enfocarnos únicamente en nuestras necesidades básicas? ¿Deberíamos abandonar por completo el mundo material y dedicarnos a meditar en las Escrituras las 24 horas del día?

No exactamente. Jesús nunca nos condena por tener pertenencias terrenales. De hecho, él es quien nos las da y nos anima a orar por nuestras necesidades diarias en el Padre Nuestro. Dios nos ha confiado el ser buenos administradores de su creación y glorificarlo mientras lo hacemos. La advertencia de Jesús aquí no se trata de lo que se nos ha dado, sino de nuestra actitud hacia ello. La forma en que valoramos nuestras bendiciones refleja si nuestro corazón está enfocado en nuestro Salvador o en nosotros mismos y en nuestros bienes materiales.

Nuestros corazones están en medio de una lucha constante entre estar agradecidos por las bendiciones de Dios y querer servirnos a nosotros mismos: “Estoy agradecido por un techo sobre mi cabeza,” pero el vecino tiene una casa un poco más grande y con una fachada más bonita. “Estoy agradecido por las personas en mi vida,” pero serían mucho mejores si actuaran como yo quisiera. “La vida es buena si hay comida en mi mesa,” pero siento una molestia cuando el refrigerador no tiene suficiente espacio para las compras de esta semana.

Si nuestras bendiciones tangibles e intangibles ocupan el primer lugar en nuestras vidas, ¿cuánto espacio nos queda para Cristo? Enfocarnos demasiado en este mundo nos hará desear más egoístamente, en lugar de dar gracias por lo que Dios ya nos ha dado. Si nuestros corazones están tan llenos de estas bendiciones que dejamos de lado a nuestro Salvador, el muro de tesoros temporales se construirá tan alto que terminaremos bloqueando completamente nuestra vista de Jesús.

Puede parecer que cuanto más tengamos, mejor podremos conquistar el mundo, pero Jesús nos dice que este mundo es un lugar “donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar” (Mateo 6:19). Sí, los ladrones arrancan a los niños de este mundo antes de que puedan descansar en los brazos de sus madres. Las polillas atacan nuestros cuerpos y mentes mientras envejecemos y nos debilitamos, llevándonos finalmente a la tumba. Los roedores desgastan la promesa de compromiso eterno entre una pareja cuando buscan satisfacción en lugares fuera de su matrimonio. Sin Jesús, todos estos problemas y más hacen que nuestros corazones se desmoronen y nos lleven a desechar los tesoros celestiales de esperanza, paz y confianza en el Dios que no desea otra cosa más que llenar por completo nuestros corazones con él.

Dejemos de perseguir cosas con la esperanza de que nos den seguridad eterna. En cambio, tú y yo podemos llenar nuestros corazones con un tesoro celestial que permanece constante, un tesoro que nos busca cuando nuestras bendiciones temporales aumentan y disminuyen. Ese tesoro es nuestro Salvador. “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6:21).

Busca al Señor como tu mayor tesoro porque él te ve de la misma manera. Tú eres el tesoro que Jesús más desea. ¡Jesús llena su corazón contigo! No te dio solo una parte de él; se entregó por completo. No se detuvo ante nada para reclamarnos como suyos, llegando incluso a entregar su mayor tesoro por nosotros: su vida. Gracias a su sacrificio, ahora tienes el tesoro de la vida eterna, que nunca se estropeará ni se desvanecerá, y una esperanza que nunca será rota ni destruida.

Así que, cuando las bendiciones crezcan o disminuyan a lo largo de la vida, puedes inclinarte ante tu Señor en adoración y decir: “El Señor ha dado; el Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!” (Job 1:21).