En mi juventud, mi fe inquebrantable vino de manera fácil. Pero recientemente, tal vez debido a la toma de conciencia de tantas situaciones aparentemente imposibles o tal vez porque entendí mi propia impotencia, comencé a sentirme como Pedro dando sus primeros pasos fuera de la barca en medio del lago mientras caminaba hacia Jesús (ver Mateo 14).
El escritor de Eclesiastés dijo: “Volví la mirada, y vi bajo el sol que no son los más veloces los que ganan la carrera, ni son los más fuertes los que ganan la guerra; también vi que los sabios no tienen qué comer, que quien es inteligente no es necesariamente rico, y que quien tiene conocimientos no siempre es favorecido. Todos ellos tienen su momento y su ocasión”. (9:11, RVC).
Esas son buenas noticias para aquellos de nosotros que no somos particularmente ágiles o extremadamente astutos. Nadie puede escapar de la locura de la vida. Vienen tormentas. Las relaciones se tensan. El ejército demoníaco de Satanás y nuestra naturaleza pecaminosa nos atraen a situaciones que sólo pueden solucionarse con el arduo trabajo de desentrañar el daño, soportar las consecuencias y dejarnos caer completamente en los brazos de la gracia de Dios mientras nos desenterramos y comenzamos de nuevo.
Hace poco leí un relato sobre las diferentes respuestas que tienen las vacas y los búfalos ante las tormentas. Las vacas sienten una tormenta y huyen de ella. No son lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que no son rápidas. La tormenta los alcanza y, debido a que corren con la tormenta, permanecen en la tormenta por un período más prolongado de tiempo.
Los búfalos sienten que se acerca una tormenta y corren hacia ella y a través de ella. No pierden tiempo preocupándose por la tormenta y no desperdician energía tratando de escapar de ella.
No estoy sugiriendo que si simplemente agachamos la cabeza y corremos hacia la tormenta, y que todo estará bien. Muchas cosas que llegan a nuestras vidas (inflación, pérdida de empleo, huracanes) están fuera de nuestro control.
Fingir que no estamos en una situación catastrófica cuando lo estamos tampoco funciona. Seguiremos en esa situación, lo reconozcamos o no. Esconderte con la esperanza de que alguien más haga algo es como correr como las vacas. Estaremos en esa tormenta por mucho más tiempo mientras esperamos que alguien venga a rescatarnos.
Si queremos superar las tormentas con la menor angustia y con el mejor resultado, tendremos que aprender a mirar hacia arriba y a mirar hacia afuera.
Primero, miremos hacia arriba. Nuestras situaciones imposibles son oportunidades para que Dios muestre su poder.
En Marcos 9 aprendemos sobre un hombre que buscó a Jesús en su situación imposible. Su hijo estaba poseído por un demonio, y el demonio le robaba el habla al niño y a menudo lo arrojaba al suelo. Jesús le dijo al hombre que tenía una fe débil: Jesús le dijo: «¿Cómo que “si puedes”? Para quien cree, todo es posible.». (San Marcos 9:23, RVC).
Si no llevamos nuestras situaciones imposibles a Dios, y dependemos de nuestras propias fuerzas entonces pensamos que la situación es demasiado grande para Dios–lo que indica que nos cruzamos de manos en una multitud de quejas que suenan algo así como: “Creo que el mundo se va acabar, las soluciones están demasiado lejos o simplemente no veo una salida a esto”–, somos como esas vacas que huyen de la tormenta, sólo para que la tormenta se quede con nosotros indefinidamente.
Mira hacia arriba, hacia el Único que controla el viento y las olas, que permite situaciones aparentemente imposibles en nuestras vidas, pero que promete hacer las cosas para nuestro bien, “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo a su propósito” (Romanos 8:28, RVC).
Segundo, busca ayuda de cristianos que oren por ti y te animen.
Cuando recientemente me encontré en una situación que parecía complicadamente interminable, llamé a varias personas y pedí oraciones. Estaba cansado de luchar. Ellos tomaron el control, no sólo con sus oraciones sino también animándome. Por primera vez en mucho tiempo se produjo un gran avance.
Mientras estemos en este mundo roto por el pecado, seguirán sucediendo tormentas. Seguiremos estando en situaciones demasiado grandes para que podamos manejarlas solos. Pero no son demasiado grandes para Dios y no estamos destinados a atravesar tormentas solos.