Mi esposa sabía que algo no estaba bien. No había montones de libros por toda la casa. No estaba escribiendo ni creando. Ella podía ver que estaba deprimido—vacío, como el envase de helado a mi lado y las horas de Netflix sin sentido que estaba devorando.
Así puede verse la depresión, pero ¿qué está pasando realmente cuando alguien no está mentalmente sano?
En el libro clásico El camino menos transitado de M. Scott Peck, él describe la salud mental como “el proceso constante de dedicarse a la realidad, cueste lo que cueste.”
Cuando una persona está deprimida o ansiosa, sufre porque no logra enfrentar la realidad tal como es.
¿Por qué alguien evita la realidad?
Biológicamente, nuestro cerebro o intestino (donde se produce la mayor parte de la serotonina) pueden estar alterados. En mi caso, cuando consumo gluten, afecta mi estómago y libera toxinas en la sangre. Si lo hago por accidente, al día siguiente suelo tener un ataque de pánico. Me pongo paranoico, incapaz de ver que en realidad estoy a salvo, física y emocionalmente.
Psicológicamente, alguien puede estar marcado por un trauma previo, y su cuerpo reacciona para protegerlo de volver a sentir dolor, entrando en modo de huida, lucha o parálisis. Muchas veces, el cuerpo se prepara para una amenaza que no existe.
Emocionalmente, alguien evita la realidad porque siente que el dolor de enfrentarla es demasiado. Por ejemplo, cuesta aceptar que un cónyuge sea realmente abusivo, así que la persona piensa: “Yo soy el problema, si me esfuerzo más, mi matrimonio mejorará.” O al perder un hijo o un padre, alguien se refugia en “lo que podría haber sido” en vez de aceptar la pérdida.
En muchos casos, quienes están deprimidos ni siquiera identifican qué están evitando. Solo intentan ahogar sus emociones en distracciones dañinas: drogas, pornografía, comida, etc.
Pero la verdad es la que nos hace libres.
La salud mental es compleja. Puede tener raíces biológicas, psicológicas, emocionales y espirituales, muchas veces mezcladas. Por eso la sanidad suele ser un proceso largo y con vueltas inesperadas.
La buena noticia es que en Cristo podemos encontrar el valor para enfrentar la realidad, descubrir la verdad y aferrarnos a ella, cueste lo que cueste.
Por más dura que sea la verdad, Dios es más grande. Él puede hacer justicia, perdonar pecados, levantar a los muertos y, al final, renovar todas las cosas.
Algunos han recibido de Dios la dieta adecuada que mejoró su salud mental. Otros tuvieron un consejero paciente que caminó con ellos durante años. Otros hallaron consuelo en la presencia de Dios por medio de la familia de la iglesia.
Todos ellos se comprometieron a enfrentar la realidad.
Tú también puedes hacerlo. No huyas de la verdad, aunque duela. No camines solo: hazlo con Cristo y con los ayudadores que Él pone en tu vida.
Porque incluso si caminas “por el valle de sombra de muerte, no temerás mal alguno, porque el Señor está contigo” (Salmo 23:4). Y Jesús mismo te lo promete: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:31-32).