Como madre de cuatro hijos, es difícil encontrar tiempo para hacer ejercicio, pero intento hacerlo durante la siesta de mis hijos. Me encanta hacer ejercicios a través de video y, gracias al Internet, no hay escasez de entrenadores y programas entre los cuales elegir.
A lo largo de los años, he hecho una gran variedad de programas de ejercicio y siempre me sorprende la diferencia que un entrenador puede hacer en la diversión y eficiencia del ejercicio. Tal vez no seas tan exigente como yo, pero hay muchas cosas sobre los entrenadores que me producen frustración.
Algunos instructores no animan, su única acción son gritos de instrucciones, haciendo que la experiencia sea casi un entrenamiento militar.
Otros tienen una forma muy particular de dar ánimo, empapando la sesión con lugares comunes clichés cuando realmente quiero que me den instrucciones para evitar lesionarme mientras levanto pesas.
Algunos están tan en forma que me siento extraña, jadeando y resoplando en la privacidad de mi sótano mientras ellos hablan sin esfuerzo alguno.
Pero los peores entrenadores son aquellos que muestran cómo hacer un movimiento en particular y luego caminan por ahí sonriendo y hablando mientras yo tengo que continuar haciendo las repeticiones prescritas hasta que mis pulmones y piernas no resistan más.
Siempre que pruebo a un nuevo entrenador, inevitablemente me canso de ellos y vuelvo a mi programa de ejercicios favorito, con mi entrenador favorito. Recientemente, recordé por qué aprecio hacer ejercicio con mi entrenadora favorita. Simple, ¡porque ella acompaña en cada paso, en cada ejercicio al espectador!
Si esta entrenadora te dice que hagas un minuto de flexiones, ella también las hace. Si te dice que aumentes tus pesas, ella también lo hace. Cada repetición que haces, ella también la hace, y hace que sea mucho más fácil asentir cuando ella dice: “Sé que esto es difícil, ¡pero puedes hacerlo! ¡Sigue adelante!”
Ahora, no sé si esta entrenadora es cristiana, pero me llamó la atención que la forma en que guía a las personas a través de un programa de ejercicios es muy parecida a cómo Cristo guía a sus seguidores a través de la vida.
Cuando Jesús vivió en la Tierra, no caminó por ahí solo dando instrucciones , y no solo dispensó sentimientos amorosos sin sustancia. Jesús nos exige que seamos santos como Él lo es (1 Pedro 1:15,16), aunque nos equivoquemos diariamente y nunca podamos serlo. Romanos 3:23 dice: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”. Cristo exigió lo imposible, pero luego hizo lo imposible cuando se convirtió en un ser humano mortal para ocupar nuestro lugar.
Jesús no vino a la Tierra con toda su gloria celestial inaccesible, para hacernos sentir separados e inadecuados. Isaías 53:2 dice: “No tendrá una apariencia atractiva, ni una hermosura impresionante.” No, Jesús nació en este mundo como un niño, igual que tú y yo. Se veía como cualquier persona común. Perdió sus dientes de leche, pasó por la montaña rusa de la pubertad, perdió seres queridos, probablemente se enfermó e incluso murió, como todos lo haremos algún día. Fue paso por paso con nosotros, nos acompañó cada paso de una vida humana.
Por esa razón, cuando la vida se pone difícil, Jesús entiende. No es un dios lejano que no está al tanto de nuestro dolor o problemas. Jesús es Dios, siempre cerca, que entiende todos los aspectos de la experiencia humana porque literalmente ha caminado en nuestros zapatos. Hebreos 4:15,16 dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado.Por tanto, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para cuando necesitemos ayuda.” ¡Cristo es el mejor entrenador que podríamos tener!
En el enorme entrenamiento de la vida, debes saber que siempre está allí, dándonos órdenes, apoyándonos con ánimo y acompañándonos en cada paso hasta que nos lleve al alivio bendito del cielo. Esta vida cristiana es difícil, pero con Cristo, ¡puedes hacerlo!
¡Sigue adelante!