Saltar al contenido
Time of Grace en Español

Jesús es el “más” que tu corazón anhela

Recientemente, mi esposo Steve y yo visitamos un museo de arte. No teníamos mucho tiempo, pero estábamos en una gran ciudad y no queríamos perder la oportunidad de ver algunos Rembrandt y Van Gogh. Caminamos bajo la lluvia, esperamos a que terminaran de vender los últimos boletos del día y entramos.

Mientras observábamos las pinturas de niños jugando, escenas de guerra y caballeros posando con sus ropas elegantes, no pude evitar pensar que Salomón tenía razón: “Lo que fue, eso será; y lo que se hizo, eso se hará; nada hay nuevo bajo el sol” (Eclesiastés 1:9).

Cada generación tiende a pensar que es más innovadora, más intelectual y más culta que las anteriores. Y, aunque es cierto que ahora tenemos tecnología que no existía hace 50 años, no ha solucionado todos nuestros problemas. Seguimos buscando más, buscando sentido, anhelando importancia y conexión.

Eclesiastés 3:11 nos dice que Dios “ha puesto la eternidad en el corazón del ser humano”. Esto significa que tú, yo y todas las personas que han vivido fuimos hechos para algo más. Lo sentimos en nuestro interior. Y ese “más” nos impulsa a hacer más, querer más y perseguir más.

Por mucho que busquemos las cosas de este mundo, todas terminan dejándonos vacíos, insatisfechos y deseando —lo adivinaste— más. Una buena comida solo nos llena por un rato. El nuevo dispositivo que promete cambiar nuestras vidas a veces termina en un rincón, en un cajón, o solo nos sirve hasta que llega la siguiente novedad. Las vacaciones, los días de crianza, los años de juventud, energía y buena salud eventualmente terminan, y cuando eso sucede, nuestro corazón anhela lo que aún no tenemos o lo que tuvimos pero no pudimos conservar.

Anhelamos lo que Adán y Eva tenían: caminar con Dios en la frescura del día, una conexión completa y perfecta con Dios y entre nosotros. Ellos lo perdieron. Nosotros nunca lo tuvimos y, en esta vida, nunca lo tendremos por completo.

Gracias a Dios, Jesús abrió el camino para que no tengamos que anhelar el “más” para siempre. Ese anhelo que sentimos en nuestro corazón y mente nos impulsa, no hacia el próximo gadget, sueldo, comida o vacaciones —tan buenos como puedan ser— sino hacia una relación con Jesús, quien toma nuestro poco y lo multiplica en abundancia, no según estándares terrenales, sino en lo espiritual. Con Jesús, nuestra fuerza dura lo suficiente para seguir adelante. Con Jesús, lo poco que tenemos nos llena de contentamiento. Con Jesús, sabemos que estaremos con Dios por toda la eternidad en perfecta paz.

Entonces, nuestro anhelo, ese vacío que no desaparece, nos inspira no a consumir más, sino a recordar cuán poco significa el “más” de este mundo. Mirar hacia lo que está por venir nos da esperanza y nos recuerda que todo lo que Dios nos da es suficiente. Y eso nos motiva a usar lo que tenemos en cosas eternas que no decepcionan.

Cuando sumamos a Jesús en la ecuación, siempre tenemos lo que necesitamos, incluso cuando no podemos verlo y especialmente cuando no lo sentimos. En Jesús tenemos un amigo que nunca nos dejará, y ese amigo tiene recursos ilimitados y un lugar donde descansar cuando este mundo no tiene nada más que ofrecer.