Uno de los entrenadores de pista y campo de mi hija era conocido por ser ese tipo de entrenador, el...
¿Estoy satisfecho?
Soy glotona.*
Quizás sorprenda a quienes saben que uno de mis temas favoritos para hablar es la nutrición en los Estados Unidos. También soy conocida por planear y cocinar cenas caseras todas las noches. (La verdad, también porque soy ahorrativa y no quiero gastar tanto en comer fuera). Incluso soy abierta al contar que paso muchas horas sin comer (hasta 80).
Pero como en muchas cosas, lo que se ve no siempre es todo. Hay días en que espero demasiado para comer, y cuando empiezo, simplemente no puedo parar. Otras veces, por estar tan ocupada, no trato la cena como un momento para relajarme, sino que devoro la comida como si siguiera corriendo contra el reloj, y luego me sorprende que ya se acabó. También me pasa que veo a personas que paran de comer cuando están satisfechas y me pregunto cómo lo hacen, porque no es lo normal en mí. Y me doy cuenta de que no siempre se trata de la cantidad de lo que como, sino de la actitud con la que lo hago.
Para enfrentar mis tendencias a la glotonería, empecé a hacerme esta pregunta: “¿Estoy satisfecha?”
Cuando pienso en las veces que me he excedido, noto que la glotonería nunca me ha dejado satisfecha. Al contrario, termino incómoda, deseando haber tomado otras decisiones… o al menos haber usado pantalones más elásticos.
Como la glotonería suele relacionarse con la comida, es fácil preguntarse si me satisface la cantidad de lo que como. Pero la pregunta que me inquieta aún más es si estoy satisfecha con Dios. ¿Me basta con su provisión y su presencia, o estoy buscando en la comida lo que solo Él puede darme?
Estas son algunas cosas que me han ayudado a estar más satisfecha: tanto con la comida como con Dios:
Ora. Agradece a Dios por el regalo de la comida. Pídele al Espíritu Santo dominio propio para alimentar tu cuerpo con sabiduría y sensibilidad para reconocer cuándo la comida se convierte en glotonería. Confiesa cuando has pecado contra el cuerpo que Dios te dio y agradece su gracia que cubre todos tus pecados.
Desacelera. Cuando como sola, juego solitario para obligarme a ir más despacio y así sentirme satisfecha más rápido. También uso platos más pequeños y evito servirme automáticamente una segunda vez. Si como acompañada, corto la comida en trozos pequeños para dar bocados más chicos.
Revisa tus emociones. ¿Comes por estrés? Tal vez usas la comida porque no te “decepciona” como sí lo hacen las personas. ¿Picoteas porque estás aburrido o te sientes solo? La comida nunca te llenará cuando lo que falta no es hambre física. Jesús sí puede llenarte. Y también ayuda llamar a un amigo, salir a caminar, leer un libro o tachar algo de tu lista pendiente.
Busca apoyo. No eres la única persona que lucha con la glotonería. Yo tengo una amiga con la que hablamos abiertamente de las veces que usamos la comida para suplir otras necesidades. Nos rendimos cuentas, nos animamos y nos recordamos la gracia de Dios.
Alaba al Señor. “Cuando hayas comido y estés satisfecho, alaba al Señor tu Dios por la buena tierra que te ha dado” (Deuteronomio 8:10).