El verano pasado mi esposa y yo adoptamos a una perrita llamada Huckleberry. Desde el día que la trajimos a casa, una de las cosas que hemos notado es como cambia drásticamente su manera de comportarse ante nuestra presencia. Ella lloriquea cuando vamos a salir porque no puede ir con nosotros. Recuerdo, que ella brincaba de alegría y no paraba de besarnos cuando la rescatamos de la casa de adopción. Ella nos seguía a todos lados (y quiero decir a todos lados), y si no la encontramos, solo necesitamos decir su nombre y venía corriendo hacia nosotros.
También hemos notado que su pelaje de la parte de atrás se le para cuando ve a alguien que no conoce. Y si estas personas desconocidas hablan, les ladra y les gruñe hasta que se van. Nos preguntamos ¿por qué nuestra presencia le trae tanto gozo y alegría, pero pasa todo lo contrario con alguien extraño? No tenemos nada especial, somos igual que cualquier otro vecino. Pero cuando nuestra perrita oye nuestra voz se siente segura y sabe que la vamos a cuidar y no confía en la voz de alguien extraño que tal vez le vaya hacer daño.
Esto me vino a la mente cuando nuestro pastor dio un sermón acerca del Buen Samaritano en Juan capítulo 10. Los líderes religiosos conocidos como los fariseos habían fallado como líderes espirituales de Israel al demandar buenas obras en lugar de dirigirlos hacia la gracia del perdón de los pecados y a las promesas gratuitas de salvación. En respuesta a esto, Jesús mostró la imagen del pastor y sus ovejas para demostrar cómo verdaderamente un líder espiritual debe atender a las almas que están bajo su cuidado.
“A este el portero le abre [al Pastor]. Y las ovejas oyen su voz; y él llama a las ovejas por su nombre, y las saca. Y una vez que ha sacado a todas sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo siguen, sino que huyen de él, porque no conocen la voz de gente extraña”. (Juan 10:3-5)
Para las ovejas no hay diferencia físicas entre el pastor y alguien extraño. La gran diferencia para ellas, se encuentra entre tener seguridad e huir del peligro, si no reconocen la voz del pastor. Una voz conocida les llama por su nombre y una voz extraña ni siquiera se molestaría en hacerlo. El pastor de las ovejas sabe las necesidades específicas de cada oveja, un extraño no podría diferenciar entre ellas. Cuando el pastor llama a las ovejas, ellas reconocen su voz, saben que las ha llevado a pastorear a buenos campos y lo seguirá haciendo, un extraño no tiene ese conocimiento.
Jesús tiene esa voz familiar y te llama por tu nombre. Esa voz que da paz y perdón a tu corazón lleno de preocupaciones. La voz que te lleva a su Palabra, donde tu fe se nutre y se vuelve más fuerte. Pero honestamente, al menos para mí, a veces las ovejas escuchan mucho mejor a su pastor, a como yo escucho a Jesús. He escuchado su voz innumerables veces por medio de su Palabra, pero realmente, ¿he escuchado lo que me ha dicho? Se que me llama por mi nombre, y aún así, se me olvida lo que realmente significa ser un hijo de Dios. Debo recordar cómo es que mi Señor me ha traído seguro hasta este día, entonces, ¿por qué estoy tan inseguro de qué va a proveer por mi el día de mañana?
No dejes que la voz extraña de satanás te lleve lejos de la seguridad que Dios te ofrece, al permanecer en su rebaño, llénate de paz, al escuchar la voz del salvador quien quiere mas que nada que tu estes a su lado por siempre. Escucha la voz familiar del Señor y quédate con la paz que te da, al mismo tiempo que camina a tu lado y te dirige todos los días de tu vida.
“Las que son mis ovejas, oyen mi voz; y yo las conozco, y ellas me siguen. Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. (Juan 10:27:28)