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Confrontar con amor: ¿cómo se ve eso en la práctica?

Escrito por Emily Krill | Aug 20, 2025 4:07:57 PM

¿Estás de acuerdo o no? Los cristianos sinceros no solo confiesan sus propios pecados; también aman lo suficiente como para confrontar a otros cuando ven que están atrapados en el pecado.

Tal vez la mejor pregunta no es si estás de acuerdo, sino si realmente lo harías. Porque, seamos honestos, es mucho más fácil quedarse callado y esperar que alguien más lo haga. O, si soy totalmente sincero, lo que muchas veces me pasa es que me siento aliviado cuando veo que otros también pecan como yo. Y hasta cierto punto eso está bien, porque nos recuerda que todos estamos en el mismo barco: pecadores, perdonados y profundamente amados. Pero lo que ya no está bien es usar esa idea del “mismo barco” como excusa para quedarnos donde estamos en lugar de animarnos unos a otros a alejarnos del pecado y acercarnos a nuestro Salvador.

Ahora bien, ¿cómo se hace esto en la vida real? ¿Cómo se ve y suena confrontar con amor?

01 Empieza con algo muy simple: preocuparte sinceramente por tu amigo, vecino, compañero de trabajo, de estudios o de equipo, como lo haría Jesús. Y no me refiero a un “más o menos”, sino a verlo como alguien por quien Jesús dio su vida. En el evangelio de Lucas se cuenta la historia de unos hombres que llevaron a su amigo enfermo hasta Jesús para que lo sanara. Tanto deseaban su bien que lo cargaron, lo subieron a un techo y lo bajaron con tal de ponerlo frente al Salvador. ¿Qué tanto deseas tú que esa persona que quieres experimente una vida diferente y mejor, una vida libre del pecado en el que está atrapada? ¿Apartas tiempo para orar por ella y hasta con ella, hablando no solo de las enfermedades del cuerpo, sino también de las del alma? Si no lo haces todavía, empieza hoy.

02 El siguiente paso es iniciar esa conversación difícil con una pregunta sencilla: ¿Cómo estás, de verdad? Si la persona percibe que vienes como compañero de equipo y no como juez, será menos probable que se ponga a la defensiva o se enoje. Martín Lutero, en su explicación del Octavo Mandamiento (que habla de la verdad y la honestidad), dijo que debemos interpretar las palabras y acciones de nuestro prójimo de la mejor manera posible. Cada persona en este mundo tiene razones para actuar como lo hace, incluso cuando se trata de pecados. Muchas veces esas decisiones nacen de la inseguridad, el miedo, la ansiedad, el dolor, la soledad o alguna de las miles de emociones humanas. Dale a esa persona la oportunidad de compartir lo que está viviendo y luchando en su interior. Luego conecta tu respuesta con lo que viste: Qué bueno que te pregunté cómo estabas en realidad. Te confieso que ya sabía que estabas luchando con [pornografía, alcohol, engaños, mentiras, chismes], pero no sabía todos estos detalles. Creo que todo puede estar relacionado.

03 Habla con humildad de la preocupación que tienes por el pecado que has notado en su vida. En su primera carta a los Corintios, Pablo les recuerda a los creyentes que todos formamos parte del mismo equipo: el cuerpo de Cristo. Y los compañeros de equipo se cuidan entre sí. “El ojo no puede decirle a la mano: ‘No te necesito.’ Ni tampoco la cabeza a los pies: ‘No los necesito.’... Dios ha puesto cada parte en el cuerpo de tal manera que no haya división, sino que todos se preocupen unos por otros. Si una parte sufre, todas sufren con ella; si una parte recibe honor, todas se alegran con ella” (1 Corintios 12:21,24-26). Puedes contar una ocasión en la que tú mismo luchaste con la tentación o el pecado, y cómo afectó tu relación con Dios. Hazle saber que tú —y, lo más importante, Dios— están en su equipo. Oren juntos y piensen en una o dos acciones prácticas que puedan ayudarle a acercarse más a Dios en esa batalla.

Sé que todo esto suena muy ordenado y sencillo, pero en la práctica esas conversaciones rara vez lo son. Aun así, lo importante es dar el primer paso, y muchas veces ese es el obstáculo más grande.